lunes, febrero 15, 2010

Eureka!

Hace fácil dos años, sueño que se caen aviones. soñar eso me resulta totalmente atrayente y fascinante.

El sueño viene más o menos así: estoy en el jardín de invierno de mi casa de Argentina, que tiene puerta-ventana de vidrio, lo escucho que está por pasar, me asomo a verlo y de repente plin! se cae. Y yo llamo corriendo a mi familia y le digo a mi papá o a mi hermano más chico que me lleven en auto hasta el lugar donde cayó.

Lo comenté con cien personas, buscamos en internet el significado, lo comenté con mi psicóloga, con amigas, con mi mamá. Nada ni nadie me daba una explicación que me convenza.

Cuando vine a vivir a España lo mismo, pero lo veo desde acá. El sueño sigue siendo igual de recurrente y fascinante. Y también sin explicación. Hasta hoy.



Cada vez que miro por la ventana de mi piso compartido de Barcelona pasa un avión.

Bueno, Europa, low costs, todo cerca, que se yo. Es fácil tomar un avión acá.

Me gusta pensar que es el destino. Que mi vida va a girar siempre en torno a un avión. A lo Lost, a lo Viven, a lo Twin Towers.

Arriba de un avión va la misma gente que podría ver en la calle Florida caminando, o en Plaza Catalunya, o en Gesell tomando sol o en la sala de espera del dentista. La diferencia radica en que uno en la calle Florida puede morir porque lo asalten, porque le dé un infarto, porque se le caiga un balcón en la cabeza o por no mirar bien el semáforo en el cruce.

Pero en un avión, además de las posibilidades del infarto, o de algún loquito cruzado está, para todos, la posibilidad de que se caiga. Y eso da un miedo innegable. Aunque se tome un avión una vez por semana. Se está ahí. No se puede hacer nada. Se está en el abismo, en la cornisa, en la posibilidad tan cercana y palpable. En una seguridad absoluta pero fatal si falla. Tal como a mi me gusta vivir en general.

Y de repente, la luz.

¿cómo no hacer una analogía entre lo que me gusta soñar y lo que me gusta vivir?

¡Era tan simple como eso, psicóloga, amigas, mamá!


Vivir terriblemente feliz al límite de la terrible infelicidad.

¡Voilá!

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