Hoy hace 23 días que me he encontrado, de golpe y casi sin quererlo, conmigo misma otra vez.
Los 13 de abril nunca se me dieron bien, y el último que pasó amaneció entre besos y abrazos de alguien quien no era a quien venía besando y abrazando durante los últimos 2 años y medio.
He sido infiel.
Como si de karma se tratase, siento que todos mis puntos de avance, físico, mental, intelectual, metafísico, o lo que sea que había logrado en estos dos años y medio de estabilidad uno a uno van cayéndose, como si el hecho de haberlo hecho, de haber caído en una boca que deseaba - y me deseaba, desde hacia meses y haber salido de la zona de confort; esa que tanto ronda por los muros de facebook de mis cada vez más treintañeros contactos me sometiera a la más profunda de las miserias. Por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa.
Y aquí me encuentro, en mi primer piso de single, lo que siempre quise, de paredes blancas y piso parquet, cerca de mi gimnasio, en un barrio silencioso y luminoso, con ascensor, con cajas aún amontonadas en los rincones, paralizada.
Paralizada de incertidumbre, de culpa, de ansias, de deseo. Paralizada de amor.
Y entonces me pregunto si es de esa zona de confort de donde nunca debería haber salido.